Instrucciones para olvidar
Cuento breve de Juan Sebastián Garófalo Primera versión, a corregir, del 24 de Octubre de 2023
Él llegó al bar Roma cinco minutos antes de lo pactado, entrando por la calle Olavarría ya que la puerta de la ochava con la avenida Alte. Brown no se usa desde hace años. Ella ya estaba allí, pero no al lado de la heladerita ‘Friskita’ junto al noble mostrador de madera lleno de chucherías antiguas en donde él quería sentarse. Otras antigüedades sobreviven esparcidas en estanterías añejas sobre un piso de baldosas blancas y negras, junto a mesas y sillas marrones que combinan con el óxido de los objetos que observan silenciosos.
Él la vió sentada en el espacio tras la reja que alguna vez fue conventillo, junto a la maqueta fractal de un bar en donde unos muñecos coloridos se hacían grises bajo el polvo acumulado por los años.
La saludó de lejos, y la gitana solamente le señaló la silla al otro lado de la pequeña mesa, invitándole fríamente a sentarse.
La saludó de lejos, y la gitana solamente le señaló la silla al otro lado de la pequeña mesa, invitándole fríamente a sentarse.

Le pareció que su cara era como la de una pequeña muñeca rumana, si bien estaba coloridamente vestida, pero no ataviada folclóricamente. Eso sí, su piel era blanca y tersa como porcelana gélida. Además, ciertamente era una gitana rumana que increíblemente no desentonaba en el boquense Bar Roma –como nada allí, en ese cambalache–.
–Hola, Iván, debo saber cuál es el motivo de tu consulta, pero esperá a que primero mezcle antes las cartas.
–¿Te pido un café doble con leche? Yo quiero una promo de café con leche y sfogliatella –dijo él, pensando que ella no pediría nada.
–Yo quiero lo mismo –le respondió, cuando la camarera, que no se había animado a acercarse hasta entonces, lo hizo para tomar el pedido.
–Mi consulta es sobre si podré olvidarla, ya que quiero sacarla de mi mente de una buena vez. No creo que haga falta preguntar si en alguna ocasión volveré a verla, igual yo yá no quiero, porque me boludea hace mil y ni siquiera le pude dar este libro –él señaló un libro que llevó consigo y había colocado sobre la mesa.
–Repito, debo saber cuál es el motivo de tu consulta --indicó sin brusquedad la tarotista, pero con una frialdad que la hacía parecer aún más una muñeca de porcelana.
–Quiero olvidarla a ella, tengo que saber si podré.
La gitana, rumana y tarotista que parecía una muñeca de porcelana, soltó lentamente el mazo de cartas sobre el pañuelo dorado en donde lo había traído, y se dirigió por vez primera a los ojos de él para decirle:
–Mientras intentes olvidarla, no lo vas a lograr. Y preguntarle a las cartas eso te dará una respuesta que yo ya sé que dirá: depende de vos que la olvides o no. No molestemos a las cartas por eso.--
El color en los ojos de la rumana era una mezcla de marrón y verde, y él se estremeció al verlos mientras le hablaba, ya que también se sintió conectado con ella por primera vez. Era una mujer muy bella, fina y claramente europea, y sus gestos y modales sin duda eran lo que más le hizo estremecer. El acento extranjero en su pronunciación era casi imperceptible, pero denotaba que hacía varios años ya que vivía en nuestro país y aún no se había podido despojar completamente de su idioma materno.

Volviendo entonces al momento presente, él decidió preguntar más, pues la tirada de cartas de Tarot parecía concluída.
–¿Y cómo podría hacer para olvidarla?---
–-Esa es una pregunta bien hecha. Estaba pensando en sugerirte rituales, pero primero deberías contarme si tenés yá algún modo de hacer magia o te dedicás a alguna tarea artística.
Disimulando su sorpresa lo mejor que pudo, él respondió:
–A veces escribo…
Entonces ella sonrió apenas visiblemente y continuó hablando:
–Muy bien, eso es excelente. Deberías escribir TODO –señaló esa palabra con una sonoridad más fuerte y continuó: --lo que recuerdes de haber vivido con ella, en papeles que elijas especialmente para la ocasión y con una tinta que signifique en vos el escribir en un acto ritual. Y cuando lo tengas, vas en un momento especial como una fiesta anual que te resuena en lo emocional y lo dejes en un pozo hecho en la tierra, en lo posible con árboles alrededor como un bosque, y en ese pozo harás una fogata alimentada con esas hojas llenas de recuerdos. La idea no es que provoques un incendio –ella rió en voz alta– por eso el pozo en la tierra, además de que es simbólico. Luego apagas el fuego restante y te vas, recién cuando se hayan consumido las hojas en absoluto.
A él le pasaron muchas raras imágenes por la cabeza mientras escuchaba las indicaciones de ella para poder olvidar. Se le ocurría que le gustaría hacer esa fogata en el Parque Lezama, una noche de luna llena, y que se podría disfrazar de mendigo para que la policía no creyera que era un pirómano o un satanista. En una fracción de segundo desestimó esas ideas, pues le preocupaba que eran tantos sus recuerdas con la ella que quería olvidar, que no podría dedicarse tanto tiempo a escribir. Y como si la rumana oyera los pensamientos de él, continuó hablando:
–No te preocupes si tienes muchos recuerdos con ella. Hay otra manera más creativa, pero para eso tienes que poder escribir un cuento.
–Sí, claro, escribir cuentos, me encanta. De hecho tengo un proyecto que se va a llamar Antología de Mitos Urbanos, en donde cuento cosas relacionadas a la ciudad y de paso lo articulo con las historias que quiero contar… pero decime ¿qué tendría que escribir exactamente?
–Me imaginé que no sabrías. Primero antes de escribir, necesitas descubrir si vos estás escribiendo o sos vos el personaje de un cuento de ella. Puede ser que en este mismo instante nosotros seamos parte del cuento que ella escribió para olvidarte, y ya sabes como termina. Seremos cenizas en breve.--respondió la rumana con cierto brillo en sus ojos y tímida sonrisa.
–Te aseguro que no estoy en ninguno de sus pensamientos, por eso quiero olvidarla. Aunque sí te digo que ella es escritora también. Yo me dedico a esto, sin embargo es buena tu observación porque nunca se me había ocurrido que alguno de mis personajes se preguntara si realmente es un personaje en el cuento de otro. Ellos me ignoran… ¡Por eso no me olvidan, ya que tampoco existo en sus vidas!
–Entonces creo que ya entendiste que tus recuerdos con ella son como las vidas de tus personajes, donde te ignoran, y sin embargo vos los mantienes vivos en tus relatos. Exactamente como haces con ella.

Él se sintió fugazmente enamorado de su interlocutora, ya que nadie ni en sus cuentos podría haberle entendido mejor o incluso ya nadie le oía reflexionar. Su terapeuta de años ya le había indicado que estaba sano, y que en la próxima sesión iba a aplicar un aumento significativo en sus honorarios para con él. Entonces le dijo a la tarotista:
–Me haces tanto bien, que creo que haber hablado contigo fue mi mejor decisión en mucho tiempo. Ojalá alguna vez pudiera yo haber imaginado un personaje tan bello y misterioso como vos, Caterina –respondió él, sonrojándose un poco. Y cuando dejó de coquetear con ella, la miró para ver su reacción y notó que la frialdad y seriedad del principio de la reunión habían vuelto a sus gestos.
–Volviendo a las instrucciones para olvidar, la temática del cuento mágico debería ser un modo de despedida del personaje de ella, que vos tenés en tu interior. Debes ponerla en acción, hacerla despedirse y escribir también sobre tus sentimientos en esa situación imaginaria que es aquello que no han hecho y no permite que realices tu proceso de duelo en forma satisfactoria . Disculpá, recién me puse seria no por lo que me decías sino porque estaba recordando mi pasado, de cuando yo misma tuve que olvidar. Eso es lo único que me permite saber que no soy un personaje en el cuento de ella, tu ella, o el cuento tuyo; es decir, mis recuerdos son la garantía de que no soy un personaje creado por otro. Aunque ya sé que existe la posibilidad de que un otro podría estar describiendo cada uno de mis recuerdos a modo de narración absoluta… aunque no lo creo... –-ella frunció el ceño, demostrando en su cara una profunda duda— Yo decido ser yo, y a la vez, creo y creo narraciones por lo tanto soy también escritora. Como vos, aunque no profesional; solo soy brujita.
–Una vez escribí un relato breve sobre la fractalización de la realidad, que es algo que proviene de la física y cambia el paradigma del desarrollo lineal por otro de repetición de ciclos en diferentes escalas de lectura, algo así que no sé explicar bien. Pero era un cuento que también ocurría en un café de Buenos Aires, justo como acá. Podría ser, efectivamente, que seamos vos y yo los personajes de un cuento. Yo también deseo que no terminemos hechos cenizas, tal como sugerías. Creo que voy entendiendo lo que me decís, que soy yo quien narra la imposibilidad de olvidarla y eso mismo es la nostalgia que me impide dar un paso adelante; tal como los tangos tristes que tanto me gustan.
Mientras hablaba, él notó que el rostro de ella se entristecía un poco. Era difícil describir el cambio, porque esa era la razón de que le haya parecido una muñeca rumana. Sus gestos no son siempre fáciles de leer en un rostro de porcelana. Ella continuó:
–Narrar es hacer magia. Hacer magia es cumplir la voluntad propia en un mundo que no es nuestro, en donde un narrador previo nos narra. Por eso todos vamos a morir, porque el narrador previo nos castigará con ese final, o quizás simplemente queme las hojas en donde éramos historias. – dijo ella.
Silencio. Emoción en él, contemplación ante el abismo en ella. Con cierto temor, él se animó a volver a oír el ruido ambiente y retornar a esa realidad mundana, para decir:
–Si fueras un personaje, quisiera que fueras mio. No creo estar en el cuento de otro, o al menos quiero seguir escribiendo esta historia.
Ella sonrió completamente por primera vez, y dijo:
–Quizás ella nos está escribiendo el mejor de los finales, uno en que nosotros seamos muy felices durante esta jornada, para que en la noche ardamos junto a sus recuerdos con vos…
–-Bueno, entonces voy a invitarte a beber una cerveza en San Telmo, y podríamos terminar paseando por Defensa hasta Plaza de Mayo.
Ella bajó su mirada, como con timidez. Cuando sus ojos se levantaron a mirarle, su sonrisa se mostró pícara antes de decir:
–-Yo vivo en San Telmo, así que terminemos la noche en mi habitación, donde cuelgan móviles de estrellas. Quisiera mostrarte al sol, que está justo sobre el sofá.
–Hablemos mientras de tus recuerdos, solamente para esperar la sfogliatella y comprobar que somos escritores y no personajes. Aunque quisiera ser personaje de este cuento para terminar ardiendo con vos, Caterina.
FIN
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